Hoy en la mañana pensaba en lo rápido que se pasa el tiempo.
Para explicar todo, volveré a Septiembre-Octubre del 2013, no tengo claridad de la fecha exacta.
Creo que debe haber sido un día jueves.
Llegué del trabajo, dejé mi bolso del colegio en mi pieza y luego, típica rutina; recoger ropa tendida, lavar potes del almuerzo, preparar la once.
Fito llegó a la hora después. Me saludó, sacó un vaso y lo llenó de jugo.
Durante la once, conversamos acerca de nuestras respectivas jornadas de trabajo. Nada extraño, todo usual.
Al rato después, me dirijo a la cocina para lavar la loza utilizada y Fito me sigue, como siempre, ayudando a guardar algunas cosas en el refrigerador.
Cuando comencé a lavar los platos y tazas, Fito me comenta: "Hoy me hablaron de una posibilidad de irme a trabajar a Filipinas..."
Recuerdo que quedé en blanco.
Tal cual, blanco...
Miraba a través de la ventana en dirección poniente, el sol se escondía.
No tengo claro si Fito se quedó a mi lado, si me cerró la llave del agua, si le hizo gracia o si también tenía problemas en asimilar lo que él mismo me había dicho.
Sólo recuerdo un largo momento en blanco, y en silencio.
Luego de eso, lo miré y le pregunté si qué tan probable era. Me respondió que no, que seguramente no pasaría nada, pero que sí se lo habían comentado como una idea.
Con esa información me quedé tranquila y nuestra vida siguió como siempre, haciendo planes como siempre. Ese fin de semana compramos tierra de hojas y plantamos Gerberas y Margaritas en la jardinera de la terraza del hermoso departamento en el que vivíamos hace casi 2 años.
El lunes de esa semana, Fito llega del trabajo y me dice que la probabilidad de esta idea había aumentado a un 50%. De su oficina habían comenzado a gestionar un viaje de reconocimiento para su traslado a Filipinas, con una duración de un mes.
Fue complejo. Miraba y pensaba en nuestra vida, nuestras costumbres, nuestras familias, nuestros trabajos (mi trabajo), los alrededores, los objetos que nos rodeaban. El tiempo que él estaría lejos de mí, lejos de casa.
Pero lo tomamos con calma... era un viaje de reconocimiento, donde él conocería el país, la oficina, el clima, la gente, las costumbres, las comidas. Queríamos creer que quizás no fuera un viaje tan compromisorio, que aún podía decir "no, gracias, prefiero seguir en Chile" y nada incómodo ocurriría.
Y se fue. Tomó un avión el domingo 18 de noviembre, en un vuelo de más de 40 horas. No detallaré la pena, sólo diré que me costó, mucho.
Los días previos a su viaje y los posteriores a él, todo el mundo estaba comenzando los preparativos para Navidad, todas las tiendas llenas de adornos, buenos deseos y felicidad. Traté de contagiarme de ese ambiente, aun cuando yo sabía que ésta sería la última Navidad en Chile por un par de años. Me contuve de comprar adornos navideños, al principio. Era ridículo comprar cosas si tendríamos que embalar todo.
Afortunadamente Fito llegó bien a Manila el martes 20. Mantuvimos comunicación todos los días. No hubo una sola noche en la que me durmiera sin haber sabido de él durante la jornada. Así supe que el calor y la humedad ambiental eran muy desagradables, pero que pese a ello, se encontraba bien. Y nos fuimos haciendo la idea de vivir por un par de años allá.
A medida que las semanas pasaban, yo me entusiasmé mucho con la Navidad del 2012. Tanto, que comencé a comprar muchos... muchos adornos. ¡¡Adornos para la casa!!
Pinos pequeños para la entrada, soldados cascanueces, esferas colgantes, trenes dorados, renos, figuras de santa claus, pesebres... me sentía sacando provecho de las ofertas 2x1, y luego ¡3x1!
Una tarde, después de clases, pasé a comprar 4 coronas de muérdago (sí, me da pudor contarlo ahora), 1 tren de adorno y 1 cubre-árbol y algunos regalos navideños, cuando iba caminando por la calle de nuestro edificio y miré mis manos, sujetando tantas bolsas... me miré a mi misma... Me vi como una persona que estaba actuando de manera desesperada para evitar una realidad próxima. Todo el acto de comprar cosas para adornar la casa era un mecanismo de negación, no quería cambiar... las compras eran un sedante, un analgésico al dolor de lo inevitable, para engañar a mi ego y decirle 'todo seguirá igual'.
Cuando Fito llegó a casa, un sábado 15 de diciembre, luego de abrazarme, miró la casa y sus ojos mostraban conmoción. Él entendía la razón sin tener que recibir explicaciones. ¡Claro que la casa se veía bella! pero ese no era el punto, el problema era que nos íbamos... y todo esto se quedaría en Chile y más aún, todo el decorado era la manifestación de mis emociones con respecto al cambio. Él también compartía la sensación de no querer abandonar lo conocido, pero era una decisión que ya habíamos tomado.
Pasamos la Navidad con mi familia de origen. Fue muy lindo. Luego, el año nuevo lo celebramos en nuestro departamento, a modo de despedida. Tambien abandonaríamos ese lugar.
Llegó el 2013 con muchos trámites y papeleos. Renuncias, certificados, traducciones, legalizaciones, correos electrónicos, averiguaciones, pasajes, reservaciones, embalajes, la mudanza.
Nuestro viaje estaba programado para el martes 26 de febrero. Se organizaron varias despedidas los días previos. Mis papás y mis hermanos llegaron al aeropuerto a acompañarnos.
Al subir al avión... Fito me dijo: "Extrañaré esto, el aire, el frescor"
Y de ahí comenzó el viaje... una aventura, una experiencia que en mi interior me tenía convencida que nos haría distintos.
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